LA misma revista ‘Qué Pasa’ publica en su sección cartas una del diplomático Leonidas Irrazabal Barros, funcionario de la embajada de Chile en Lima entre los años 1974-1975 en que esa publicación coloca el escenario de la confrontación bélica peruano-chilena que no se produjo. El diplomático narra la siguiente anécdota:
“Viví en Lima dos de esos años, entre 1974 y 1975, a cargo de la misión diplomática como ministro consejero de la misma. Es efectivo que Chile tenía en el Perú a un embajador bloqueado por las circunstancias políticas y otras de carácter personal. Así y todo, los chilenos les debemos a ese embajador, el general del Aire, don Máximo Errázuriz W., una inmensa gratitud. Al negarse, a último momento, el general Pinochet a concurrir a las celebraciones de los 150 años de la batalla de Ayacucho, fui testigo del siguiente diálogo entre el Presidente peruano y el embajador de Chile: “¡Máximo, carajo! ¿Por qué no trajiste a Pinochet?”. La respuesta del diplomático: “¡Chino desgraciado! ¡Si no vino mi general es porque tú invitaste a sus espaldas al cubano... (calificativo irreproducible) de Roa!”. Todos los presentes en esa inauguración pensamos que en ese momento se iniciaba el conflicto armado que Velasco Alvarado venía preparando desde hacía tiempo.
Sin embargo, los dos hombres habían sido amigos en su juventud, a raíz de unos cursos que ambos habían seguido en la zona del Canal de Panamá. Por unos instantes primó ese viejo afecto sobre los insultos intercambiados. Pocos días más tarde, el Presidente del Perú decidió enviarle la condecoración conmemorativa de Ayacucho al Presidente de Chile, a pesar de su ausencia. Este último, le devolvió el gesto enviándole una pintura abstracta, a mi juicio bastante fea. Me correspondió entregársela en el Palacio de Pizarro. El ‘Chino’ dio varias vueltas al cuadro, colocándolo en diversas posiciones, con resultados muy similares. Me miró fijo y me dijo: “Déle mis agradecimientos. ¡Es tan bonito su cuadro que ya sé dónde lo voy a colgar!”.