miércoles, 3 de junio de 2009

EL OBJETIVO: ARICA - Revista Oiga 9/08/1993

La única zona donde Perú po­día usar sus varios centenares de tanques era en la frontera de 30 kilómetros con Chile. En sus otros límites, la geografía no per­mitía la utilización de blindados. La inteligencia militar chilena también iba analizando otros hechos: Perú nunca había tenido interés en modificar sus fronteras con ningún otro vecino; se acercaba el centenario de la Guerra del Pacífico, y todo el armamento que adquiría era de tipo ofensivo. Es decir, Lima compraba armas que se utilizan más para atacar que para proteger un territorio. Todo llevaba a pensar en la agresión.

Hasta 1973, sin embargo, desde Lima se jugó un doble juego: rearme acelerado y estrechas relaciones con Chile. Mientras Velasco se preparaba para la guerra, "subordinó sus senti­mientos de reivindicación nacional a la solidaridad ideológica o antiimperialis­ta", según un analista peruano. El dictador peruano se enorgullecía es­pecialmente de su amistad con Salvador Allende, e incluso a uno de sus más cercanos colaboradores —el ge­neral Meza Cuadra— le decía 'Allen­de' por su parecido físico con el man­datario. El propio Presidente chileno estuvo de visita en Lima, y cuando Estados Unidos amenazó a Chile con el embargo del cobre nacionalizado, Velasco le ofreció hacer pasar como peruanos los embarques chilenos.

Con la caída de Allende, no quedaba ningún tipo de afinidad ideológica capaz de contener los ímpetus belicis­tas de Velasco Alvarado. A partir de entonces, la amistad peruano-soviéti­ca tomó un siniestro perfil, en el senti­do de que a Moscú ahora le interesaría especialmente armar a un país que deseaba enfrentarse con Chile. Según todas las fuentes chilenas, Velasco Alvarado perdió su oportunidad en setiembre de 1973. "Si Velasco hubie­ra agredido tras el golpe, con todas las fuerzas chilenas volcadas hacia el inte­rior, el Ejército peruano habría llegado mucho más allá de Arica", admite un general (r) chileno.