La única zona donde Perú podía usar sus varios centenares de tanques era en la frontera de 30 kilómetros con Chile. En sus otros límites, la geografía no permitía la utilización de blindados. La inteligencia militar chilena también iba analizando otros hechos: Perú nunca había tenido interés en modificar sus fronteras con ningún otro vecino; se acercaba el centenario de la Guerra del Pacífico, y todo el armamento que adquiría era de tipo ofensivo. Es decir, Lima compraba armas que se utilizan más para atacar que para proteger un territorio. Todo llevaba a pensar en la agresión.
Hasta 1973, sin embargo, desde Lima se jugó un doble juego: rearme acelerado y estrechas relaciones con Chile. Mientras Velasco se preparaba para la guerra, "subordinó sus sentimientos de reivindicación nacional a la solidaridad ideológica o antiimperialista", según un analista peruano. El dictador peruano se enorgullecía especialmente de su amistad con Salvador Allende, e incluso a uno de sus más cercanos colaboradores —el general Meza Cuadra— le decía 'Allende' por su parecido físico con el mandatario. El propio Presidente chileno estuvo de visita en Lima, y cuando Estados Unidos amenazó a Chile con el embargo del cobre nacionalizado, Velasco le ofreció hacer pasar como peruanos los embarques chilenos.
Con la caída de Allende, no quedaba ningún tipo de afinidad ideológica capaz de contener los ímpetus belicistas de Velasco Alvarado. A partir de entonces, la amistad peruano-soviética tomó un siniestro perfil, en el sentido de que a Moscú ahora le interesaría especialmente armar a un país que deseaba enfrentarse con Chile. Según todas las fuentes chilenas, Velasco Alvarado perdió su oportunidad en setiembre de 1973. "Si Velasco hubiera agredido tras el golpe, con todas las fuerzas chilenas volcadas hacia el interior, el Ejército peruano habría llegado mucho más allá de Arica", admite un general (r) chileno.
Hasta 1973, sin embargo, desde Lima se jugó un doble juego: rearme acelerado y estrechas relaciones con Chile. Mientras Velasco se preparaba para la guerra, "subordinó sus sentimientos de reivindicación nacional a la solidaridad ideológica o antiimperialista", según un analista peruano. El dictador peruano se enorgullecía especialmente de su amistad con Salvador Allende, e incluso a uno de sus más cercanos colaboradores —el general Meza Cuadra— le decía 'Allende' por su parecido físico con el mandatario. El propio Presidente chileno estuvo de visita en Lima, y cuando Estados Unidos amenazó a Chile con el embargo del cobre nacionalizado, Velasco le ofreció hacer pasar como peruanos los embarques chilenos.
Con la caída de Allende, no quedaba ningún tipo de afinidad ideológica capaz de contener los ímpetus belicistas de Velasco Alvarado. A partir de entonces, la amistad peruano-soviética tomó un siniestro perfil, en el sentido de que a Moscú ahora le interesaría especialmente armar a un país que deseaba enfrentarse con Chile. Según todas las fuentes chilenas, Velasco Alvarado perdió su oportunidad en setiembre de 1973. "Si Velasco hubiera agredido tras el golpe, con todas las fuerzas chilenas volcadas hacia el interior, el Ejército peruano habría llegado mucho más allá de Arica", admite un general (r) chileno.