Al subir al poder, el general Francisco Morales Bermúdez era 'esperanza' de los militares peruanos progresistas que veían en él a quien profundizaría la revolución. No sólo había sido uno de los golpistas del 68; también había servido a Velasco en varios ministerios y era un gran amigo de Fidel Castro. La noche que derrocó a Velasco Alvarado, las luces de la embajada cubana en Lima permanecieron hasta muy tarde encendidas: en ella se estaba celebrando el comienzo del socialismo en el Perú.
Sin embargo, en la llamada Segunda Fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1975-1980), no hubo nada que sonara a compás revolucionario. Dando un fuerte golpe de timón, Morales Bermúdez comenzó a desandar todo el camino recorrido por todo el recorrido por Velasco. Intentando estabilizar al país, puso fin al desorden, y paulatinamente se distanció de la influencia soviética, enfilando el rumbo hacia las naciones capitalistas donde podía encontrar créditos para su malograda economía. El Perú y sus 17 millones de habitantes, abandonaba, al igual que otras naciones latinoamericanas, el experimento de gobiernos militares progresistas que se había extendido en el continente en los 70.
Hombre sereno, frío y mesurado. Morales Bermúdez era el polo opuesto de su antecesor. No sólo en carácter, sino también en historia personal. Al contrario del humilde soldado raso que llegó a ser general, Morales era hijo del coronel, y nieto del presidente Remigio Morales Bermúdez. De origen social más elevado y tecnócrata, se había especializado en economía. Después de haber servido como ministro de esa cartera al último gobierno civil, al llegar al poder se abocó a tratar de sacar al país del estancamiento económico.
Cuatro días después de asumir el mando, Morales declaró que "no hay problemas con país vecino alguno que haga temer un posible conflicto armado". Y a pesar de que mantuvo por un período en el gobierno a dos de los militares más antichilenos de la administración anterior —Jorge Fernández Maldonado y Miguel Angel de la Flor- Morales fue catalogado en Santiago como un moderado que no deseaba ni buscaría la guerra".
Sin embargo, en la llamada Segunda Fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1975-1980), no hubo nada que sonara a compás revolucionario. Dando un fuerte golpe de timón, Morales Bermúdez comenzó a desandar todo el camino recorrido por todo el recorrido por Velasco. Intentando estabilizar al país, puso fin al desorden, y paulatinamente se distanció de la influencia soviética, enfilando el rumbo hacia las naciones capitalistas donde podía encontrar créditos para su malograda economía. El Perú y sus 17 millones de habitantes, abandonaba, al igual que otras naciones latinoamericanas, el experimento de gobiernos militares progresistas que se había extendido en el continente en los 70.
Hombre sereno, frío y mesurado. Morales Bermúdez era el polo opuesto de su antecesor. No sólo en carácter, sino también en historia personal. Al contrario del humilde soldado raso que llegó a ser general, Morales era hijo del coronel, y nieto del presidente Remigio Morales Bermúdez. De origen social más elevado y tecnócrata, se había especializado en economía. Después de haber servido como ministro de esa cartera al último gobierno civil, al llegar al poder se abocó a tratar de sacar al país del estancamiento económico.
Cuatro días después de asumir el mando, Morales declaró que "no hay problemas con país vecino alguno que haga temer un posible conflicto armado". Y a pesar de que mantuvo por un período en el gobierno a dos de los militares más antichilenos de la administración anterior —Jorge Fernández Maldonado y Miguel Angel de la Flor- Morales fue catalogado en Santiago como un moderado que no deseaba ni buscaría la guerra".