sábado, 28 de mayo de 2011

Un testimonio filial

Esta es una web muy personal, que rinde un testimonio filial. Es una web sobre mi padre, a quien aparte de la vida le debo muchas cosas que es difícil explicar así nomás. Por eso inicio esta colección quizás deshilvanada de recuerdos, cuyo primer lector seré yo mismo, pero que puede interesar a muchos más.

La historia de Julio Pablo Bazàn, mi padre, continuó un tanto la historia de su familia, los Bazán, ligada quien sabe desde qué tiempos al mar. Mis abuelos paternos y maternos viajaron y navegaron desde muy jóvenes por todo el mundo. Felizmente los relatos orales de sus viajes transcendieron el tiempo y pudieron llegar a los oídos de mi generación.

Mi padre fue un hombre de su tiempo, pero un tanto anclado en las rígidas costumbres del pasado, en el respeto del honor personal, en una honestidad a toda prueba. Su templo personal fue su casa, su diosa mi madre, hasta que murió, pero el escenario de sus luchas de hombre útil fue la CPV, la Compañía Nacional de Vapores, en la que –siguiendo el destino familiar- fue un fiel integrante, hasta su decoroso retiro con un sueldo que no ameritaban tanta dedicación. El refugio de sus horas vacías fue una colección de licores, que inició a mediados de la década de los 60, del aun no lejano siglo XX, colección reunida con paciencia y buen humor y que en sus mejores tiempos llegó a superar las 2000 botellas, de los licores más variados: en botellas conmemorativas o coleccionables de whiskies, coñacs, brandys, y licores exóticos preservados en los envases más disímiles.

Pudo haber sido esta colección –completa- el más vivo testimonio de su presencia sobre la tierra, pero los avatares de la familia hizo en que en dos etapas de su existencia el número de botellas sufriera merma o deterioro, por el poco cuidado y falta de responsabilidad de mi hermano mayor, que no fue congruente con esta parte importante de la vida emocional de su progenitor.

Tras haber estado la colección en poder de mi hermano, volvió disminuida a poder de mi padre –que la reconstruyó con paciencia-. Ya en los 80s, tras haber formado parte de un bar especialmente construido para albergarla, la colección pasó otra vez a manos del hermano poco responsable, quien otra vez incidió en el deterioro. Fue entonces que decidí intervenir.

A comienzos de noviembre de 2009, tras una larga y emotiva conversación con mi señor padre, adquirí la colección con mi propio peculio de sus propias manos, pero con la expresa condición de que se mantenga en su propiedad hasta su fallecimiento. Y ello porque es su derecho, parte de su paso por la vida, testimonio de su existencia.

Y algo más: Su colección, o lo que quedaba de ella, fue incrementada con lo que yo mismo estaba coleccionando desde comienzos de 1990. Las dos colecciones de botellas se hicieron una sola, denominada legalmente colección “Casa Bazan”, que desde entonces viene siendo ampliada con nuevas adquisiciones, entre ellas vinos tintos, blancos y roses.

Coleccionista impenitente, he agregado a la colección otras colecciones de objetos apreciados, atesoradas durante mis últimos veinte años, como mi biblioteca, hemeroteca, fototeca y pinacoteca personal.

Mi padre será hasta sus últimos días el fideicomisario de esta colección, que inició con tanta ilusión; es nuestro acuerdo. Por mi parte es de mi voluntad que esta colección se mantenga luego de mi partida, a favor de mi sobrino Carlos Alejandro, que la custodiará hasta que nazca mi nieto o bisnieto mayor, para lo cual se ha constituido un fideicomiso.

Este es pues mi homenaje para que a lo largo del tiempo se mantenga parte de la vida de un hombre bueno y noble como es mi padre.

Esa es la razón de esta web que muestra gráficamente esta historia. Estoy seguro que quienes accedan a estas páginas lo sabrán valorar. Es una historia familiar que, en buena medida, podría ser la historia de cualquier otro que quisiera y respetara tanto a su padre, como lo hago yo.