EL primer intento de pacificación de Fernando Belaunde Terry para acabar con la Guerra de las Malvinas estuvo a punto de resolver el conflicto. La propuesta de FBT había sido ya aceptada por escrito por Gran Bretaña, con la mediación de Alexander Haig. El Embajador británico en Lima, Wallace, le había entregado el documento a Belaúnde. Pero ese mismo día Margaret Thatcher ordenó el hundimiento del “Belgrano” y todo se frustró. Luego de este hecho Galtieri retiró su aceptación.
UN capítulo importante de las memorias que escribirá el ex-presidente Fernando Belaúnde Terry será, sin duda, el de su importante gestión pacificadora en la guerra de las Malvinas. Tres veces, en otros tantos momentos de la conflagración, intervino Belaúnde para tratar de evitar la escalada bélica y buscar una paz negociada. La primera, estuvo a punto de concertar la paz: FBT tenía ya en su poder la aceptación escrita de los británicos a la propuesta de arreglo que él presenta, con la intervención del mediador norteamericano Alexander Haig y la anuencia argentina. Pero el hundimiento malicioso del “Belgrano” planeado por los halcones británicos y ordenado por la misma Margaret Thatcher, frustró la paz.
El segundo intento de Belaúnde se produjo cuando los argentinos hundieron el “Sheffield” y abrió nuevas aunque más leves esperanzas de arreglo, que lamentablemente no llegaron a concretarse. El Presidente peruano no cejó en su empeño y hasta el final, en las vísperas de la batalla decisiva de Puerto Argentino, que terminó con la victoria británica y de sus mercenarios los feroces "gurkas", intentó librar al país hermano de una derrota vergonzosa y del inexorable holocausto de cientos de jóvenes abandonados a su suerte, en notoria inferioridad tecnológica y con una preparación militar que dista muchísimo del profesionalismo de sus adversarios.
Con Fernando Belaúnde, en la intimidad de su hogar de San Isidro, hablamos acerca de esa experiencia, entre otros temas, que incluyeron por cierto los asuntos políticos de la actualidad peruana.
Todo comenzó la madrugada del 2 de abril
La vieja, persistente reclamación argentina sobre las islas Malvinas, llamadas por los ocupantes británicos Falkland, pasó de la vía diplomática al terreno de los hechos la madrugada del 2 de abril de 1982. Los estrategas argentinos pensaron -craso error- que dando un golpe de mano y recuperando las islas sentarían luego con ventaja a Gran Bretaña en la mesa de negociaciones, con intervención de organismos internacionales (ONU, OEA) y países amigos. La lejanía de las islas de Inglaterra jugó en sus cálculos. Pero el león británico rugió fuerte y se lanzó a la reconquista en ultramar.
Ese dos de abril y cuando recién despuntaba el alba, las tropas argentinas desembarcaron con éxito y sorprendieron a la pequeña guarnición británica que esperaba la invasión por la playa Púrpura o el Aeropuerto. Los argentinos atacaron “por la puerta de atrás”: con helicópteros que aterrizaron en “Mullet Creek” aparecieron los primeros invasores. Eran unos 120 hombres del llamado "Buzo Táctico", tropa de élite argentina. Lo demás es historia conocida: no había terminado el día cuando los argentinos, henchidos de patriotismo y felicidad, izaron su pabellón bicolor en las recuperadas islas Malvinas.
Pero, fue entonces que comenzó otra historia en Palacio de Gobierno del Perú, aquí en Lima. Más allá de la euforia argentina, de las multitudinarias manifestaciones en Buenos Aires que aclamaban al general Galtieri y a sus acompañantes en la Junta Militar de Gobierno (a los autores de la inmeditada aventura), el presidente Belaúnde mostraba preocupación. Lector infatigable, profundo conocedor de la historia, experimentado político, había tratado muchas veces con los británicos. Y sabía que en su diccionario no existe la palabra rendición. Gran Bretaña, país poderoso, orgulloso de su grandeza y de su papel en la historia, la nación de la sangre, el sudor y las lágrimas de Churchill, se iba a lanzar con todo —no importaba cuán distantes estuvieran las Malvinas– para reparar la afrenta (desde su perspectiva) y mantener su mellado prestigio mundial. El análisis de Belaúnde era correcto. Y Margaret Thatcher se lanzó a la guerra.
Belaúnde sabía que la derrota final de Argentina era inevitable. Y quiso salvarla del resultado que se veía venir.
Por lo demás, había un factor fundamental que, en adición a las consideraciones anteriores, hacía previsible la reacción británica y que resulta hoy increíble no hubiese sido evaluado en la apreciación de la situación que realizaron los militares argentinos: el valor estratégico de las Malvinas, llave de comunicación entre dos océanos y trampolín para la futura explotación de la Antártida.
FBT entra a tallar
Cuando le preguntamos a Belaúnde sobre los entretelones de su intervención pacificadora, el senador vitalicio se mostró cauto y mesurado: "Yo no quiero decir todo lo que sé, porque mi intención es propender a la armonía y no a la discordia". Enseguida, nos presentó hasta seis volúmenes sobre la guerra de las Malvinas, que figuran en un lugar preferencial de su copiosa biblioteca. En todas esas publicaciones hay referencias a las gestiones de FBT en busca de una paz que desgraciadamente no llegó, por culpa de una y otra parte.
A fines de abril —cuando todo parecía sonreír a Argentina—, arribó a Lima una delegación del gobierno de Galtieri. La ocupación se había producido veinte días atrás y la flota británica recién surcaba el Atlántico rumbo a las Malvinas. Objetivo de la misión: coordinar el apoyo peruano, sobre todo en los aspectos logísticos y aéreos. (Quien más tarde llegó a entendimientos concretos fue el representante de la Fuerza Aérea Argentina, que estuvo en Lima a comienzos de mayo y se entrevistó, entre otros, con el Comandante General de la FAP, Luis Ricardo Maertens).
En aquella oportunidad el presidente Belaúnde no perdió la ocasión de llevar a los enviados argentinos al salón donde albergaba sus mapas y maquetas. Itinerario forzoso de los visitantes de Palacio en esa época.
Con un mapa del extremo sur del continente a la vista, Belaúnde señaló, una a una, las numerosas playas y bahías de las Malvinas. "Es imposible defender sus posiciones... Puerto Argentino y otras localidades menores resultan muy vulnerables ante una invasión británica", habría dicho entonces. Pero su reflexión, que había sido elaborada luego de conversaciones con los sectores más serenos de los mandos castrenses peruanos (habían de los otros), desdichadamente no fue escuchada. Los militares argentinos estaban inflamados de triunfalismo. Galtieri y los suyos no querían desmontarse de la victoria inicial que consiguieron y que necesitaban para afianzarse en el poder y, sobre todo, gobernar con olor de multitudes.
El general Iglesias y el almirante Benítez volvieron los primeros días de mayo a Buenos Aires. Su posición era tan ciega como inflexible: estaban seguros de vencer, como lo pregonaron en sus contactos.
La primera gestión
La de Fernando Belaúnde Terry fue, en realidad, la primera iniciativa de paz debidamente estructurada que se presentó en la escena mundial para tratar de acabar con el conflicto. "The Sunday Times", en su versión sobre la guerra de las Malvinas, escribió que la propuesta de Belaúnde contaba con todos los ingredientes para alcanzar el éxito, pero "en diversas etapas tropezó con la indiferencia o la hostilidad de ambas partes". Esta versión, como veremos más adelante, no se compadece con la verdad, al menos en sus términos fundamentales.
Belaúnde intervino por primera vez a mitad del camino del puente diplomático del norteamericano Alexander Haig, aceptado como mediador por los dos contendores.
¿Qué fue lo que planteó FBT? En primer término, una tregua de 72 horas para buscar una fórmula de paz. Argentina, país que reconoció le era favorable la propuesta, no titubeó en aceptarla.
Después del fracaso inicial de las gestiones directas de Haig, la fórmula peruana alcanzaba la estructura de un anteproyecto. Perú y Estados Unidos conversaban, de igual a igual, para evitar la escalada.
Además de la tregua, la propuesta peruana consistía en una retirada y la entrega de la administración de las islas a una comisión internacional, integrada por delegaciones de países aceptables a las dos partes en conflicto. En un plazo determinado se podría llegar a un acuerdo definitivo.
"Conocedor de las desventajas de la participación de los Estados Unidos, Belaúnde Terry se movió con suma cautela... tanto más cuanto que en las primeras etapas, algunos de los principales actores del drama ignoraban lo que estaba proponiendo. Francis Pym (el ministro de RR.EE. británico) se mostró impreciso cuando en Washington lo interrogaron los primeros días de mayo sobre el contenido de la propuesta peruana", dice el "Times".
Lo cierto del caso es que el planteamiento de Belaúnde llegó a ser aceptado por los argentinos. Y el dos de mayo, el mismo día que fue abatido el “Belgrano", el Embajador británico en Lima, Charles Wallace, entregó a Belaúnde la conformidad escrita de su país para acceder a la paz. Haig se había encargado de convencer a los británicos.
Pero en la rubia albión había corrientes de opinión encontradas. Y el hundimiento del "Belgrano", ocurrido ese día, acabó con el primer intento peruano en busca de la paz. Los británicos actuaron con alevosía, premeditación y ventaja: el "Belgrano" navegaba fuera de la zona de litigio. Cuando Belaúnde llamó a Galtieri éste le manifestó que, luego de lo sucedido, ya no podía haber arreglo.
El segundo "round"
"Mucha gente cree que nuestra actuación terminó con la pérdida del "Belgrano" —nos dijo Belaúnde—, pero eso no es exacto. Nuestra actuación continuó y a raíz de la pérdida del barco británico Sheffield (hundido por un misil Exocet disparado desde un avión argentino que burló el radar) surgieron nuevas esperanzas... Cuando las dos partes podían exhibir una victoria era momento propicio para promover la paz sin que hubieran vencedores ni vencidos".
Haig y Belaúnde estaban en permanente comunicación telefónica. Fue entonces que Haig, según FBT, habló como un entrenador de fútbol norteamericano. "Es el momento. Están empatados uno a uno", habría manifestado Haig. Pero la gestión no era fácil. Al otro lado de la línea telefónica se hallaba el vibrante general Galtieri, con su voz encendida y tonante, de cantante de ópera italiana.
"Un arreglo no era indecoroso de ninguna manera y el hundimiento del Sheffield era la ocasión propicia, repito", se lamentó Belaúnde. "Nuestra gestión tuvo inicialmente éxito, pero vinieron luego dilaciones y falta de decisión".
En esta segunda mediación, se planteó la congelación de las operaciones y el retiro simbólico de ambas fuerzas a través de un puente aéreo. Aviones peruanos trasladarían algunos batallones argentinos a su territorio y aviones norteamericanos depositarían tropa inglesa en Chile. El gobierno chileno había aprobado la operación...
Casi hay complicaciones
Por esos días estuvo a punto de estallar un incidente que hubiera enredado el panorama. Un alto jefe de la FAP, hoy en situación de retiro, nos contó que el puente aéreo que se tendió con Argentina para el apoyo, pasando por Bolivia, no estuvo exento de tensiones.
Hubo una ocasión en que una escuadrilla peruana voló cerca a la frontera con Chile y hubo dramáticas consultas con la Comandancia General de la FAP. ¿Qué hacemos si los interceptores chilenos se siguen acercando?, fue la consulta del jefe del convoy aéreo. "Dispárenles", habría sido la respuesta. Felizmente no fue necesario: los aviones chilenos se mantuvieron dentro de sus fronteras, a prudente distancia. ¡Lo que hubiera sucedido! Un nuevo frente de batalla y otro incendio bélico en América del Sur.
El esfuerzo final
"Queriendo evitar la batalla de Puerto Stanley o Puerto Argentino, ahí nosotros tuvimos una actuación desesperada para tratar de que no se produjera. Pero esta última iniciativa se frustró porque el tiempo nos ganó", recordó Belaúnde.
¿También entonces estuvo en contacto con Estados Unidos? "Estaba en contacto y le puedo mostrar los documentos, los diversos documentos que conservo sobre las gestiones (nuestro fotógrafo Romaní voló de su asiento y empezó a disparar sin cesar su máquina para fotografiarlos). No los voy a publicar, por ahora, ni se los voy a dictar porque esto lo quiero guardar... Pero aquí se pone las condiciones, iguales para las dos partes", nos dijo, mostrándonos los papeles.
El tiempo ha corrido. Los recuerdos permanecen. ¿Qué piensa hoy Belaúnde, a la distancia, de lo que se hizo entonces? "Estoy satisfecho de lo que hizo el gobierno, sobre todo porque era una cuestión de fraternidad americana y porque se le pudo evitar a la Argentina todo lo que ocurrió... Luego del conflicto se ha hecho mucha política interna, especialmente en Inglaterra, contra la señora Thatcher y a favor de la señora Thatcher... Yo no he querido prestarme a cosas internas". Belaúnde —lo sabemos—ha sido visitado en más de una oportunidad por periodistas británicos y de otras nacionalidades para que cuente los entretelones de su intervención pacificadora en la guerra de las Malvinas.
UN capítulo importante de las memorias que escribirá el ex-presidente Fernando Belaúnde Terry será, sin duda, el de su importante gestión pacificadora en la guerra de las Malvinas. Tres veces, en otros tantos momentos de la conflagración, intervino Belaúnde para tratar de evitar la escalada bélica y buscar una paz negociada. La primera, estuvo a punto de concertar la paz: FBT tenía ya en su poder la aceptación escrita de los británicos a la propuesta de arreglo que él presenta, con la intervención del mediador norteamericano Alexander Haig y la anuencia argentina. Pero el hundimiento malicioso del “Belgrano” planeado por los halcones británicos y ordenado por la misma Margaret Thatcher, frustró la paz.
El segundo intento de Belaúnde se produjo cuando los argentinos hundieron el “Sheffield” y abrió nuevas aunque más leves esperanzas de arreglo, que lamentablemente no llegaron a concretarse. El Presidente peruano no cejó en su empeño y hasta el final, en las vísperas de la batalla decisiva de Puerto Argentino, que terminó con la victoria británica y de sus mercenarios los feroces "gurkas", intentó librar al país hermano de una derrota vergonzosa y del inexorable holocausto de cientos de jóvenes abandonados a su suerte, en notoria inferioridad tecnológica y con una preparación militar que dista muchísimo del profesionalismo de sus adversarios.
Con Fernando Belaúnde, en la intimidad de su hogar de San Isidro, hablamos acerca de esa experiencia, entre otros temas, que incluyeron por cierto los asuntos políticos de la actualidad peruana.
Todo comenzó la madrugada del 2 de abril
La vieja, persistente reclamación argentina sobre las islas Malvinas, llamadas por los ocupantes británicos Falkland, pasó de la vía diplomática al terreno de los hechos la madrugada del 2 de abril de 1982. Los estrategas argentinos pensaron -craso error- que dando un golpe de mano y recuperando las islas sentarían luego con ventaja a Gran Bretaña en la mesa de negociaciones, con intervención de organismos internacionales (ONU, OEA) y países amigos. La lejanía de las islas de Inglaterra jugó en sus cálculos. Pero el león británico rugió fuerte y se lanzó a la reconquista en ultramar.
Ese dos de abril y cuando recién despuntaba el alba, las tropas argentinas desembarcaron con éxito y sorprendieron a la pequeña guarnición británica que esperaba la invasión por la playa Púrpura o el Aeropuerto. Los argentinos atacaron “por la puerta de atrás”: con helicópteros que aterrizaron en “Mullet Creek” aparecieron los primeros invasores. Eran unos 120 hombres del llamado "Buzo Táctico", tropa de élite argentina. Lo demás es historia conocida: no había terminado el día cuando los argentinos, henchidos de patriotismo y felicidad, izaron su pabellón bicolor en las recuperadas islas Malvinas.
Pero, fue entonces que comenzó otra historia en Palacio de Gobierno del Perú, aquí en Lima. Más allá de la euforia argentina, de las multitudinarias manifestaciones en Buenos Aires que aclamaban al general Galtieri y a sus acompañantes en la Junta Militar de Gobierno (a los autores de la inmeditada aventura), el presidente Belaúnde mostraba preocupación. Lector infatigable, profundo conocedor de la historia, experimentado político, había tratado muchas veces con los británicos. Y sabía que en su diccionario no existe la palabra rendición. Gran Bretaña, país poderoso, orgulloso de su grandeza y de su papel en la historia, la nación de la sangre, el sudor y las lágrimas de Churchill, se iba a lanzar con todo —no importaba cuán distantes estuvieran las Malvinas– para reparar la afrenta (desde su perspectiva) y mantener su mellado prestigio mundial. El análisis de Belaúnde era correcto. Y Margaret Thatcher se lanzó a la guerra.
Belaúnde sabía que la derrota final de Argentina era inevitable. Y quiso salvarla del resultado que se veía venir.
Por lo demás, había un factor fundamental que, en adición a las consideraciones anteriores, hacía previsible la reacción británica y que resulta hoy increíble no hubiese sido evaluado en la apreciación de la situación que realizaron los militares argentinos: el valor estratégico de las Malvinas, llave de comunicación entre dos océanos y trampolín para la futura explotación de la Antártida.
FBT entra a tallar
Cuando le preguntamos a Belaúnde sobre los entretelones de su intervención pacificadora, el senador vitalicio se mostró cauto y mesurado: "Yo no quiero decir todo lo que sé, porque mi intención es propender a la armonía y no a la discordia". Enseguida, nos presentó hasta seis volúmenes sobre la guerra de las Malvinas, que figuran en un lugar preferencial de su copiosa biblioteca. En todas esas publicaciones hay referencias a las gestiones de FBT en busca de una paz que desgraciadamente no llegó, por culpa de una y otra parte.
A fines de abril —cuando todo parecía sonreír a Argentina—, arribó a Lima una delegación del gobierno de Galtieri. La ocupación se había producido veinte días atrás y la flota británica recién surcaba el Atlántico rumbo a las Malvinas. Objetivo de la misión: coordinar el apoyo peruano, sobre todo en los aspectos logísticos y aéreos. (Quien más tarde llegó a entendimientos concretos fue el representante de la Fuerza Aérea Argentina, que estuvo en Lima a comienzos de mayo y se entrevistó, entre otros, con el Comandante General de la FAP, Luis Ricardo Maertens).
En aquella oportunidad el presidente Belaúnde no perdió la ocasión de llevar a los enviados argentinos al salón donde albergaba sus mapas y maquetas. Itinerario forzoso de los visitantes de Palacio en esa época.
Con un mapa del extremo sur del continente a la vista, Belaúnde señaló, una a una, las numerosas playas y bahías de las Malvinas. "Es imposible defender sus posiciones... Puerto Argentino y otras localidades menores resultan muy vulnerables ante una invasión británica", habría dicho entonces. Pero su reflexión, que había sido elaborada luego de conversaciones con los sectores más serenos de los mandos castrenses peruanos (habían de los otros), desdichadamente no fue escuchada. Los militares argentinos estaban inflamados de triunfalismo. Galtieri y los suyos no querían desmontarse de la victoria inicial que consiguieron y que necesitaban para afianzarse en el poder y, sobre todo, gobernar con olor de multitudes.
El general Iglesias y el almirante Benítez volvieron los primeros días de mayo a Buenos Aires. Su posición era tan ciega como inflexible: estaban seguros de vencer, como lo pregonaron en sus contactos.
La primera gestión
La de Fernando Belaúnde Terry fue, en realidad, la primera iniciativa de paz debidamente estructurada que se presentó en la escena mundial para tratar de acabar con el conflicto. "The Sunday Times", en su versión sobre la guerra de las Malvinas, escribió que la propuesta de Belaúnde contaba con todos los ingredientes para alcanzar el éxito, pero "en diversas etapas tropezó con la indiferencia o la hostilidad de ambas partes". Esta versión, como veremos más adelante, no se compadece con la verdad, al menos en sus términos fundamentales.
Belaúnde intervino por primera vez a mitad del camino del puente diplomático del norteamericano Alexander Haig, aceptado como mediador por los dos contendores.
¿Qué fue lo que planteó FBT? En primer término, una tregua de 72 horas para buscar una fórmula de paz. Argentina, país que reconoció le era favorable la propuesta, no titubeó en aceptarla.
Después del fracaso inicial de las gestiones directas de Haig, la fórmula peruana alcanzaba la estructura de un anteproyecto. Perú y Estados Unidos conversaban, de igual a igual, para evitar la escalada.
Además de la tregua, la propuesta peruana consistía en una retirada y la entrega de la administración de las islas a una comisión internacional, integrada por delegaciones de países aceptables a las dos partes en conflicto. En un plazo determinado se podría llegar a un acuerdo definitivo.
"Conocedor de las desventajas de la participación de los Estados Unidos, Belaúnde Terry se movió con suma cautela... tanto más cuanto que en las primeras etapas, algunos de los principales actores del drama ignoraban lo que estaba proponiendo. Francis Pym (el ministro de RR.EE. británico) se mostró impreciso cuando en Washington lo interrogaron los primeros días de mayo sobre el contenido de la propuesta peruana", dice el "Times".
Lo cierto del caso es que el planteamiento de Belaúnde llegó a ser aceptado por los argentinos. Y el dos de mayo, el mismo día que fue abatido el “Belgrano", el Embajador británico en Lima, Charles Wallace, entregó a Belaúnde la conformidad escrita de su país para acceder a la paz. Haig se había encargado de convencer a los británicos.
Pero en la rubia albión había corrientes de opinión encontradas. Y el hundimiento del "Belgrano", ocurrido ese día, acabó con el primer intento peruano en busca de la paz. Los británicos actuaron con alevosía, premeditación y ventaja: el "Belgrano" navegaba fuera de la zona de litigio. Cuando Belaúnde llamó a Galtieri éste le manifestó que, luego de lo sucedido, ya no podía haber arreglo.
El segundo "round"
"Mucha gente cree que nuestra actuación terminó con la pérdida del "Belgrano" —nos dijo Belaúnde—, pero eso no es exacto. Nuestra actuación continuó y a raíz de la pérdida del barco británico Sheffield (hundido por un misil Exocet disparado desde un avión argentino que burló el radar) surgieron nuevas esperanzas... Cuando las dos partes podían exhibir una victoria era momento propicio para promover la paz sin que hubieran vencedores ni vencidos".
Haig y Belaúnde estaban en permanente comunicación telefónica. Fue entonces que Haig, según FBT, habló como un entrenador de fútbol norteamericano. "Es el momento. Están empatados uno a uno", habría manifestado Haig. Pero la gestión no era fácil. Al otro lado de la línea telefónica se hallaba el vibrante general Galtieri, con su voz encendida y tonante, de cantante de ópera italiana.
"Un arreglo no era indecoroso de ninguna manera y el hundimiento del Sheffield era la ocasión propicia, repito", se lamentó Belaúnde. "Nuestra gestión tuvo inicialmente éxito, pero vinieron luego dilaciones y falta de decisión".
En esta segunda mediación, se planteó la congelación de las operaciones y el retiro simbólico de ambas fuerzas a través de un puente aéreo. Aviones peruanos trasladarían algunos batallones argentinos a su territorio y aviones norteamericanos depositarían tropa inglesa en Chile. El gobierno chileno había aprobado la operación...
Casi hay complicaciones
Por esos días estuvo a punto de estallar un incidente que hubiera enredado el panorama. Un alto jefe de la FAP, hoy en situación de retiro, nos contó que el puente aéreo que se tendió con Argentina para el apoyo, pasando por Bolivia, no estuvo exento de tensiones.
Hubo una ocasión en que una escuadrilla peruana voló cerca a la frontera con Chile y hubo dramáticas consultas con la Comandancia General de la FAP. ¿Qué hacemos si los interceptores chilenos se siguen acercando?, fue la consulta del jefe del convoy aéreo. "Dispárenles", habría sido la respuesta. Felizmente no fue necesario: los aviones chilenos se mantuvieron dentro de sus fronteras, a prudente distancia. ¡Lo que hubiera sucedido! Un nuevo frente de batalla y otro incendio bélico en América del Sur.
El esfuerzo final
"Queriendo evitar la batalla de Puerto Stanley o Puerto Argentino, ahí nosotros tuvimos una actuación desesperada para tratar de que no se produjera. Pero esta última iniciativa se frustró porque el tiempo nos ganó", recordó Belaúnde.
¿También entonces estuvo en contacto con Estados Unidos? "Estaba en contacto y le puedo mostrar los documentos, los diversos documentos que conservo sobre las gestiones (nuestro fotógrafo Romaní voló de su asiento y empezó a disparar sin cesar su máquina para fotografiarlos). No los voy a publicar, por ahora, ni se los voy a dictar porque esto lo quiero guardar... Pero aquí se pone las condiciones, iguales para las dos partes", nos dijo, mostrándonos los papeles.
El tiempo ha corrido. Los recuerdos permanecen. ¿Qué piensa hoy Belaúnde, a la distancia, de lo que se hizo entonces? "Estoy satisfecho de lo que hizo el gobierno, sobre todo porque era una cuestión de fraternidad americana y porque se le pudo evitar a la Argentina todo lo que ocurrió... Luego del conflicto se ha hecho mucha política interna, especialmente en Inglaterra, contra la señora Thatcher y a favor de la señora Thatcher... Yo no he querido prestarme a cosas internas". Belaúnde —lo sabemos—ha sido visitado en más de una oportunidad por periodistas británicos y de otras nacionalidades para que cuente los entretelones de su intervención pacificadora en la guerra de las Malvinas.